Descenso de Río Verde
El último fin de semana de octubre del año que dejamos miembros del C.D. Plutón nos fuimos de convivencia a la costa tropical de Granada, para realizar uno de los descensos más atractivos y disfrutones del barranquismo andaluz. Me refiero a Río Verde en Otívar, un lugar clave para la práctica de este deporte, a tan sólo escasa media hora de la costa. Nos alojamos en Almuñecar, en unos apartamentos en los que nuestro compañero Mariano se había alojado otras veces cuando había ido a hacer actividades por la zona. Y el sitio no desfraudo a nadie, y la fiesta, las conversaciones profundas, la jarana y las revelaciones, además de la comida y bebida en buena compañía, no faltaron…
Para muchos de los compañeros, y decir que fuímos 10 los que acudimos a la actividad, era la primera vez que realizaban este descenso, el cual con su caudal constante, su agua verde cristalina, sus saltos de agua y su morfología, medio abierta y medio cerrada, nunca deja de sorprender. La dirección técnica del grupo la asumimos Mariano y yo que eramos los que habíamos hecho el barranco más veces, y es que aunque se trate de un descenso sencillo y nada peligroso, había que imprimir cierto ritmo al grupo para que no se nos hiciera de noche. Por otra parte, tiene una logística complicada y eso fue lo primero que hicimos.
A las 8:00 de la mañana, salimos de los apartamentos para Otívar un total de 5 coches. Llegamos a la puerta de la cooperativa que te da acceso, previo pago, al lugar donde una vez termines el descenso encontrarás los coches tras haber andado apenas unos minutos. Desde aquí, hay la opción de remontar todo el barranco andando durante casi una hora o realizar combinación de coches, tardando prácticamente lo mismo (sumándole otra hora al finalizar el barranco para ir a por los coches que se han dejado en la parte de arriba). Nosotros optamos por realizar la combinación.
Una vez dejamos los coches arriba, hasta donde pudimos llegar, el paseo hasta la cabecera del barranco no está nada mal. Es de hecho una gozada ver esos cortados y saber que estamos a tan solo unos kilómetros del nivel del mar. Los contrastes del paisaje de esta zona siempre me sorprenden. Por el camino se pueden ver otros barrancos y descensos como el de la cueva de Funes, que sorprendentemente llevaba agua, a pesar de que no habían caído las precipitaciones que cuando realicé Río Verde en abril de este mismo año. A partir de este hito, comenzamos a buscar la posibilidad de bajar al caudal, pero las fuimos descartando por ser demasiado expuestas y escarpadas. Siguiendo mi sugerencia, andamos un poco más por el sendero y finalmente llegamos a un claro junto al lecho del río donde una placa de Medio Ambiente anunciaba el inicio oficial del descenso. Allí coincidimos con compañeros de otro club que habían decidido remontar el río desde abajo. Terminamos de equiparnos.
Desde el primer momento, Río Verde te acoge con todo su esplendor y generosidad acuática, y desde el principio no dejas de emplear todas las técnicas de progresión vertical y horizontal propias de este deporte. Nos hizo un gran día, el agua estaba clara y limpia, el causal generoso sin ser un peligro, la luz adecuada, no hubo mucha afluencia de grupos por lo que el recorrido prácticamente lo hicimos solos. Hubo compañerismo y gracias a ello resolvimos sin trauma una situación incómoda para la persona que la protagonizaba. Fue un trabajo de equipo muy enriquecedor. Además, cumplimos el objetivo de que no nos sorprendiera la noche, volviendo sanos y salvos y con ganas de cerveza, pizza, vino, ensaladilla y los fabulosos filetes de Mariangeles, que nos esperaban en los apartamentos. ¡Hasta el próximo barranco!